lunes, 21 de marzo de 2016

ARTICULOS DESDE MI OPINION

Cinco heridas emocionales de nuestra infancia

** Comparto parte de un texto de tantos que van llamando mi atención conforme voy despertando**

Desde que nacemos todo queda almacenado en nuestro disco duro interior, lo que vivimos y cómo lo vivimos marca nuestra personalidad.

Las formas de comportamiento las aprendemos del entorno, copiando y asumiendo cómo debemos funcionar por mera imitación.  


Igualmente, cuando de niños tenemos problemas, el cómo nos hayan influido hará que nos comportemos de determinada forma en nuestra madurez. De la misma manera, si tenemos hijos, tal y como actuemos hoy, ellos actuarán el día de mañana.

Conforme se es consciente de esto, la opción es modificar nuestro comportamiento hacia la forma más óptima y positiva de avanzar.
Hay cinco heridas especialmente intensas en nuestra infancia que marcan de forma importante nuestra personalidad.

·         Miedo a que nos abandonen: el miedo a estar solos, la soledad, es lo peor que nos puede ocurrir si nos hemos sentido abandonados en nuestra infancia. Debemos trabajar el miedo a estar solos, lo que incluye el propio miedo al rechazo y al contacto físico.
·         Miedo al rechazo: cuando hemos sido rechazados siendo niños por nuestros padres, profesores, amigos, familia… se crea una herida profunda. Nos hemos rechazado finalmente a nosotros mismos, rechazamos lo que vivimos, lo que pensamos, y hasta nuestros propios sentimientos.
Si una persona cuenta con esta herida emocional, la experiencia dolorosa le impide admitir el cariño y la comprensión que le dan los demás, hasta el punto de que se aísla en sí mismo para no ser rechazado de nuevo. Se convierten en personas huidizas y con miedo. Hay que afrontar esos temores, miedos internos y las situaciones que generan estas sensaciones, para comenzar a cicatrizar ésta herida.
·         La humillación: cuando de niños nos dicen de forma constante que somos tontos, pesados, que no hacemos nada bien… acaban de destruir nuestra autoestima infantil. La crítica y la desaprobación constantes generan humillación.
La humillación acaba creando personalidades muy independientes, auténticos tiranos egoístas que utilizan esta forma de ser para defenderse, llegando en ocasiones a practicar ellos la humillación con los demás.
La persona debe valorar su libertad y aprender a ser comprensivo con uno mismo.
·         La traición o el miedo a confiar: la traición y/o la desconfianza surgen cuando de niño uno se ha sentido traicionado por sus padres, hermanos, amigos… si le han hecho promesas que eran importantes para él y no se han cumplido.
Esta desconfianza puede generar una profunda envidia en muchos casos, y tocar bastante la autoestima.
La persona que no ha sanado ésta herida suele ser de personalidad controladora. Debe trabajar la paciencia, la tolerancia, y aprender a estar sólo consigo mismo.
·         La injusticia: el autoritarismo de algunos padres o cuidadores, y la frialdad y exigencia con la que se trata a los niños, acabará haciendo que se generen sentimientos de inutilidad, que migrarán a la edad adulta.
Estas personas tenderán a ser rígidas y perfeccionistas. Deberán trabajar la rigidez de mente, aprendiendo a ser flexibles y generando poco a poco la semilla de la confianza en los demás.

Estos son los traumas más habituales de la infancia, que podemos tener aún abiertos en nuestra etapa adulta, afectando a nuestra felicidad, a nuestras relaciones, a nuestra salud, y a todos los ámbitos de nuestra vida.

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